Uno de los aspectos más destacados de la Exposition Universelle de 1889 fue la Rue du Caire, o Calle del Cairo. Ideada por un acaudalado ingeniero francés que se había trasladado a El Cairo para hacerse cargo del negocio minero de su tío, esta calle de quinientos pies (doscientos metros) de largo estaba formada por una recreación de la arquitectura egipcia que abarcaba varias épocas, incluyendo cafés, casas e incluso una mezquita. La aparente autenticidad de la atracción se debía no solo a sus azulejos azules, mármol policromado, trabajos en cobre y vidrieras, sino también a la participación de artistas que interpretaban a conductores de burros, comerciantes y bailarinas del vientre. El tema orientalista se ilustró en todos los medios: en fotografías, acuarelas e incluso un cuadro de cera en el Musée Grévin.