Mucho antes de la invención de la fotografía, las linternas mágicas (iluminadas con velas o lámparas de aceite) se utilizaban para proyectar diapositivas pintadas a mano en paredes o pantallas. Los operadores de linternas itinerantes, que viajaban de ciudad en ciudad con sus aparatos a cuestas, eran figuras conocidas a finales del siglo XVII. A fines del siglo XIX, los fabricantes de linternas y diapositivas se dirigieron al mercado doméstico. En casa, los aficionados y los niños podían reproducir la experiencia de las ponencias públicas, narrando historias y conjurando ilusiones visuales.