El estudio del color, la óptica y la percepción floreció en la segunda mitad del siglo XIX. Científicos-escritores como Eugène Chevruel y Ogden Rood publicaron influyentes investigaciones, y varios artistas, encabezados por Georges Seurat, incorporaron estas teorías a sus prácticas artísticas. Seurat colocaba pequeños puntos de pigmentos complementarios y contrastados uno al lado del otro para que, a distancia, el ojo fusionara los colores y formara una imagen, a menudo divorciándola de la realidad e infundiéndole un poder emotivo no imaginado anteriormente.