El interés del cambio de siglo por dar vida a los objetos inertes circuló por todos los medios, desde las bellas artes hasta el vodevil, así como por los experimentos tecnológicos, como los autómatas. La historia de la metamorfosis de Pigmalión y Galatea de Ovidio, una narración clásica romana en la que una escultura modelada por un artista cobra vida, sirvió de base para muchos de estos juegos entre lo inanimado y lo animado, al igual que el tableau vivant (cuadro viviente). Estas producciones escenificadas de cuadros conocidos gozaron de una enorme popularidad a finales del siglo XIX y principios del XX.