Este espectáculo de Jacques Offenbach era una féerie: una producción que traficaba con el ilusionismo y la fantasía mediante el uso de elaborados trucos escénicos, además de acróbatas (que solían aparecer en las óperas), música, bailarines y pantomimas, para aprovechar el floreciente interés por la ciencia ficción. Los viajes a la luna, por improbables que parecieran en aquel entonces, fueron objeto de novelas populares, como La vuelta al mundo en ochenta días, de Jules Verne, que inspiró la destacada película de 1902 Viaje a la luna, de Georges Méliès.