Auguste François Willème inventó el proceso conocido como fotoescultura a principios de la década de 1860 para producir retratos tridimensionales con la misma facilidad que las cartes de visite fotográficas. El cliente, en este caso la famosa actriz Rose Deschamps, posaba en el centro de una sala circular y era fotografiado simultáneamente por veinticuatro cámaras en miniatura. Las diapositivas de estas imágenes se proyectaban en un cilindro de arcilla mientras un trabajador trazaba la silueta y otro la recortaba en la arcilla. A continuación, otros trabajadores modelaban los detalles más sutiles y el objeto se plasmaba en un material más estable, como la loza o la porcelana. El proceso resultó ser demasiado laborioso para ser rentable, y el estudio de Willème suspendió su actividad en 1868.