Escenario y pantalla

Para el siglo XIX, París tenía fama de ser un lugar de entretenimiento de todo tipo: circos, ópera, teatro, tableaux vivants (cuadros vivos), café-concerts y espectáculos de magia. El espectáculo comenzaba en las calles, donde los coloridos anuncios solicitaban la atención de prácticamente todas las clases sociales. En el interior de los locales, los individuos, como el espectador de la ópera en el cuadro de Mary Cassatt, participaban en un intercambio de miradas de “ver y ser visto”. El público desarrolló así un ojo para el espectáculo y un gusto por la novedad.

El cine se incorporó a este paisaje de atracciones establecido, ya que los empresarios de espectáculos de variedades añadieron películas a los programas que también presentaban cantantes, acróbatas y bailarinas. Los artistas estrella, como el célebre dúo de payasos Foottit y Chocolat y la bailarina Loïe Fuller, podían verse en vivo, en películas e incluso en artículos de consumo. Asimismo, varias figuras reconocidas del mundo del teatro se convirtieron en los primeros innovadores del cine. El operador de linterna mágica Émile Reynaud ideó un aparato al que llamó Théâtre Optique, que utilizó para presentar las primeras imágenes animadas en movimiento en un pequeño teatro dentro del museo de cera Musée Grévin, y el mago Georges Méliès se dedicó al cine, adaptando los trucos del escenario a la pantalla.