Para el momento en que se creó este cuenco del siglo XVIII, los artesanos chinos de los hornos imperiales de Jingdezhen ya habían perfeccionado la producción de porcelana. Este refinado ejemplo destaca la translucidez del material con anhua (decoración oculta) incisa, que solo se revela a través de la luz transmitida. Por el contrario, la obra reciente de Mineo Mizuno capta la exuberante energía del trabajo de la arcilla, y conserva los bordes ásperos y las estrías de su formación. Sin embargo, su superficie sin esmaltar y sus bordes de encaje siguen mostrando la brillante blancura y la notable translucidez por las que tradicionalmente se ha admirado este preciado material.