A fines de la década de 1940, Anni Albers empezó a tejer a mano piezas autónomas bajo la rúbrica de “tejidos gráficos”: enmarcados y de escala modesta, fueron pensados para ser exhibidos en galerías y museos junto a pinturas creadas por sus pares, entre ellos Paul Klee principalmente. Tapestry (Tapiz) señala la ambición que Albers tenía para estas obras próximas a la pintura cuyo destino era tender un puente entre los tejidos y la abstracción moderna. A medida que excluía la precisión delineante que inspiraba su vocabulario Bauhaus y respondía de forma más intuitiva y espontánea a las características sensoriales de los materiales, Albers templó la rigidez de la retícula y la convirtió en una estructura gráfica organizadora. Vaticinando obras maestras posteriores, como Tikal, Tapestry invita al espectador a que observe más de cerca el sutil tejido dimensional.