Mixpantli: Ecos contemporáneos

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Durante el siglo XVI las autoridades españolas solicitaron a las comunidades indígenas mapas de los nuevos territorios americanos con el objetivo de visualizar el alcance de su control colonial. Los artistas indígenas, en cambio, aprovecharon la situación para crear innumerables mapas en los que su propia tradición cartográfica reactualiza sus conexiones sagradas con la tierra, con sus milenarias historias locales, y con ello, logran tener instrumentos para negociar su derecho legal a los territorios en disputa. Las artistas contemporáneas Mariana Castillo Deball y Sandy Rodríguez se inspiran en la cartografía indígena para reflexionar sobre las capacidades narrativas, históricas y políticas de los mapas.

El piso grabado de Deball, Vista de ojos, sitúa al espectador dentro de uno de los espacios más disputados: la primera representación cartográfica indígena de la ciudad de México-Tenochtitlán bajo el dominio español. El mapa original fue pintado hacia 1550, y aborda con inteligente sutileza la discordia entre los colonizadores y la vida indígena. Mientras la nueva ciudad española aparece como si estuviera congelada en el tiempo y vaciada de vida, el lago y las montañas que la rodean están llenos de indígenas que trabajan, pescan y pasean. El inmenso piso negro de Deball, con nítidas líneas blancas, expande y convoca la historia en el presente. El espectador contemporáneo tiene que recorrer el mapa para reconocer las formas que lo componen, transformando el espacio cartográfico e histórico en una visión del futuro: nuestro tiempo presente.

Rodríguez también fusiona diferentes tiempos y espacios en su obra cartográfica, pero a través de un dispositivo artístico diferente. Sus mapas se dibujan como representaciones modernas y reconocibles de los territorios actuales en disputa: la frontera entre Estados Unidos y México, los estados del oeste de Estados Unidos, incluida California, y Los Ángeles, donde Rodríguez fusiona acontecimientos actuales con imágenes realizadas por pintores del siglo XVI para transformar estos mapas en imágenes complejas y de múltiples capas de la historia. En su práctica, Rodríguez se adhiere a una forma indígena de pintar: recoge minerales, vegetales y flores para transformar los pigmentos que emplea en símbolos de las tierras que representa. De este modo, Rodríguez continúa en el presente la tradición pictórica mesoamericana.