Este cofre lacado encarna la interregionalidad: la tapa representa un tema chino de doncellas en un jardín ante un biombo pintado. Sin embargo, no es chino. Tampoco es japonés, a pesar de la representación textil. Tampoco es coreano, como podrían sugerir las grullas uniformemente espaciadas y las líneas entrecortadas. Es de origen ryūkyū. Los artesanos chinos y coreanos de la laca a menudo se establecían en el archipiélago, lo cual contribuyó a la aparición de nuevos estilos, tanto a nivel local como en el extranjero.
¿Puede usted detectar otras idiosincrasias ocultas?

Imagine lo que sería girar esta joya de caja en su mano. Sobre la laca negra se insertan fragmentos perfectamente moldeados que forman complejos patrones de pañuelos. Los verdes y los morados —todas astillas de nácar— brillan detrás de las flores de hoja de oro.
Aunque lleva la marca de Jiang Qianli, el célebre artista chino de la laca del siglo XVII, esta atribución es meramente especulativa, ya que no se fabricó definitivamente en el siglo XVII ni tampoco en China. Las lacas de Ryūkyū del siglo XVIII son prácticamente indistinguibles de las chinas.

Los maletines portátiles con varios compartimentos como este se pusieron de moda en el Japón del periodo Edo (1603–1868) y se utilizaban en lugar de los bolsillos para llevar objetos como medicinas o sellos (de ahí su nombre, inrō, o “maletín de sellos”). No es de extrañar que durante décadas este pequeño objeto misterioso fuera catalogado como de origen japonés. Sin embargo, los fragmentos de pan de oro y nácar regularmente espaciados, la melena erizada del dragón y su animado semblante revelan que es de origen ryūkyū.

Ahora se encuentra en la Quinta Dirección: El Centro.

Estas tiras iridiscentes de nácar se recogieron en varias costas, como las de Japón, China y Corea. Se reúnen —desde las cinco direcciones— en el centro.

Coronando esta caja de maki-e (cuadros salpicados) hay un minúsculo remate, que es a su vez una caja funcional. “Al atesorar un objeto y guardarlo”, señala Sano Keisuke, “instigamos en efecto un proceso de olvido”. Brote de recuerdo comenta las nociones universales de apego y memoria.

Con el fin de la esclavitud en los Estados Unidos en 1865, Brasil, Cuba y Puerto Rico se convirtieron en las únicas regiones de las Américas y el Caribe donde seguía siendo legal. La presión para abolir la institución provenía de todas partes: periodistas, políticos, activistas y, sobre todo, los propios negros esclavizados. Puerto Rico y Cuba, que fueron colonias españolas hasta 1898, no abolieron la esclavitud hasta 1873 y 1886, respectivamente; Brasil, dos años después.