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Juan Patricio Morlete Ruiz
México, 1713-1772
IX. De español y albina, torna atrás, ca. 1760
X. De español y torna atrás, tente en el aire, ca. 1760
Juan Patricio Morlete Ruiz
México, 1713-1772
IX. De español y albina, torna atrás, ca. 1760
X. De español y torna atrás, tente en el aire, ca. 1760
Miguel Cabrera
México, ca. 1715-1768
6. De español y morisca, albina, 1763
Este cuadro de castas representa a un español y una morisca (término que designaba la mezcla de un español y una mulata) y su hija albina. Lucen una mezcla de prendas novohispanas, europeas y orientales. La mujer viste una falda de calicó estampada con motivos florales y un rebozo mexicano sobre una blusa de estilo europeo. El español lleva una chaqueta de múltiples capas de duro cuero con mangas postizas de paño rojo, del tipo que usaban los llamados “dragones” o “soldados de cuera”.
Anónimo
Morisca y albina, ca. 1750
Si bien la mayoría de los cuadros de castas representan a parejas mixtas con su progenie, el artífice de este lienzo retrató a una madre de origen africano y a su hija albina, remitiendo a los prototipos más tempranos del género de Manuel de Arellano, uno de cuyos ejemplares se expone en esta sala.
Atribuido a Miguel Cabrera
México, ca. 1715-1768
Biombo con fiesta galante y músicos, ca. 1760
Juan Rodríguez Juárez
México, 1675-1728
Desposorio de indios, ca. 1720
Atribuido a Juan Rodríguez Juárez
México, 1675-1728
Dama con caja de rapé con desposorio de indios, ca. 1720
La pintura de castas y el mestizaje en la Nueva España
Atribuido a José de Ibarra
México, 1685-1756
De español y de mulata, morisca, ca. 1730
Indios mexicanos, ca. 1730
Indios bárbaros, ca. 1730
Las vistas de Juan Patricio Morlete Ruiz
Francisco Martínez
México, 1687-1758
El Alma guiada por Cristo, 1732
Juan Rodríguez Juárez
México, 1675-1728
El Divino Pastor, ca. 1718
Casi con toda probabilidad, esta parábola estuvo dirigida a una comunidad de monjas de clausura. Cristo, vestido de pastor, guarda a su rebaño y distribuye el pan eucarístico. A la derecha, la Fuente de la Vida coronada por una Crucifixión simboliza el don de la vida eterna, obtenido a través de su muerte.